A la digna memoria de la ilustre argentina, Sra. Da. Encarnación de Rosas
Se oscureció la luz; murió el sonido;
toda la creación duerme el efecto
desde que ha fallecido el dulce objeto
que daba ser al alma y al sentido.
Sólo de las campanas el quejido
a sentir me convida en su dialecto
la pérdida de un ser el más perfecto
que el argentino suelo ha producido.
De placeres las horas que pasaron
sus campanadas un aviso fueron,
¿Y dónde paran éstas? Ya volaron
Al caos de oscuridad de do salieron.
Pero el reloj...la una...¡infortunado!
También me llama el tiempo despiadado.