Gourinski

El viernes 2 de mayo de 2008 falleció la poeta Celia Gourinski.


Reproducimos la biobibliografía que figura en el sitio “Antología de la poesía argentina” ( ), editada por la poeta Ketty Alejandrina Liz. Luego un texto sobre Celia escrito por Mónica Marchesky, y poemas de su libro Inocencia feroz.

Biografía:
Celia Gourinski nació en Buenos Aires, en 1938.

Obras publicadas:
Nervadura de Silencio: poesía, Editorial Malazán, 1958. (agotado)
El Regreso de Jonás: narración poética (Prólogo de Aldo Pellegrini). Editorial Rayuela, 1971. (agotado)
Tanaterótica: poesía. Prólogo de Francisco Madariaga. Editorial Botella al Mar, 1978. (agotado)
Acaso la Tierra : poesía. Prólogo de Juan José Ceselli. Editorial Botella al Mar, 1981. (agotado)
Instantes Suicidas: poesía, Torres Agüero Editor, 1982. (agotado)
Inocencia Feroz: poesía. Prólogo de Miguel Espejo y dibujos inéditos de Enrique Molina, Editorial Argonauta, 1999.
Anécdotas, olvidos y otros marasmos: libro de cuatro entrevistas a Celia realizadas por Juan Carlos Otaño. Editorial Caligari, 2005.
De próxima aparición: En ocasión de la aparición de un cometa, texto poético, de 1952 a 1999, Editorial Narvaja.

Está en imprenta Madre intemperie, editado por Mario Pellegrini en su editorial Argonauta.

Ha publicado desde 1955 en diarios, revistas literarias del interior, de la capital y del exterior del país. Figura en antologías y diccionarios. Reportajes en distintos medios. Participó en homenajes y recitales. Traducida al inglés, francés e hindi.

Estudios:
Filosofía
En la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B .A. y en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Córdoba. Ayudante de Cátedra en Filosofía Antigua, Prof. Dr. Jaime Rest. Tesis 3º Año: El caos como vivencia. Preparación Tesis Doctoral, Teología de la Cultura ; Maestro de Tesis: Dr. Juan Larrea.
Se dedicó al Gnosticismo y a la Alquimia.
Música
Desde los cinco años: piano, composición, armonía y contrapunto, formación que recibió en la Escuela del Mtro. Vicente Scaramuzza, y con los maestros: Burés, Alemann, Bronstein y Francisco Javier Ocampo en piano, y otras disciplinas musicales con el Mtro. Roque de Pedro. Se especializó en el Barroco, especialmente en J.S. Bach, haciendo estudios de sus obras Variaciones Goldberg y Ofrenda Musical. Escribió ensayos sobre Bach y la música atonal partiendo de la base del círculo de quintas pitagoriano, y apoyándose en El Clave bien temperado por su cromaticidad junto al forte y piano.


* * *


Conferencia dada en Montevideo por Mónica Marchesky

"Anécdotas, olvidos y otros marasmos"
Celia Gourinski nació en Buenos Aires en 1938. En el año 1959 publica su primer libro “Nervadura del silencio”, en 1971 “El regreso de Jonás” prologado por Aldo Pellegrini. En 1978 “Tanaterótica” con prólogo de Francisco Madariaga, son sólo algunos ejemplos de su creación.
Este libro que presentamos hoy, Anécdotas, olvidos y otros marasmos, reúne cuatro entrevistas realizadas a Celia Gourinski por Juan Carlos Otaño. Tiene un subtítulo: “Testimonios sobre el Grupo Surrealista Argentino”. Y Celia en sí es un testimonio viviente de esos tiempos de cambios, de ebullición, de ideas lanzadas al aire y recogidas con maestría al servicio siempre de la sin razón.
(...) “Tan temprano como en 1926, a instancias de Aldo Pellegrini, se forma un pequeño grupo integrado en su mayoría por estudiantes de medicina; este nucleamiento, un par de años más tarde, edita en Buenos Aires la revista Qué”. (1)
Con ella, se verá aparecer el primer grupo surrealista de lengua castellana surgido no mucho tiempo después del egrégoro original (fundado por André Breton, en París, 1924). Nos encontramos entonces con aquellos primeros pasos del surrealismo en el Río de la Plata y unas anécdotas increíbles de esos seres, como dice Otaño, excepcionales, entre los que podemos nombrar a Carlos Latorre, Aldo Pellegrini, Juan Antonio Vasco, Enrique Molina, Oliverio Girondo, Francisco Madariaga, Juan José Ceselli, Julio Llinás, Olga Orozco y en un paréntesis Alejandra Pizarnik, que si bien no integraba las tertulias, era amiga de Celia. De todos hay recuerdos y momentos vividos con mucha intensidad.
-Sería interesante que nos dieras tu testimonio, de cómo era aquella casa de los Girondo. (2)
-En la entrada había un espantapájaros hermoso, el que fue pasajero del coche fúnebre que paseó por Buenos Aires, para presentar el libro Espantapájaros y que luego de la muerte de Oliverio pasó a ser de Enrique Molina; y además toda una serie de cosas extrañas, que para mí eran entrañas, eran entrañables.
De Aldo Pellegrini que fuera el primero que editó sus poesías sin que ella lo supiera, nos dice: (...) "Pellegrini era un gruñón, maravilloso gruñón, en algo parecido a Oliverio, pero con su personalidad. Porque todos teníamos quizás muy claro que nuestra semejanza estaba en la diferencia.
Hay muchas anécdotas de Enrique Molina con el cual viviera momentos intensos.
(...) "En ocasiones, Enrique le robaba trapos a la madre, repasadores, etc..., y con un piolín –que no sé cómo se las arreglaba– los cosía... Era al lado de su casa que construía una especie de carpa, que él describía como una “cueva” –porque claro, no le salía ni una carpa india, ni una casita, ni nada-; una cuevita donde, según él, transcurría todas las horas sentadito, con la boca abierta y no haciendo nada. Hasta que el padre, después de pasar unos cuantos años de verlo así, no soportó más y lo llevó a un campo vecino –Enrique tenía 14 años–, para que hiciera algo y tuviera un oficio. Oficio que era trasladar paja de una parva a otra, y luego a otra, etc. Enrique no sabía que tenía un nombre ese oficio. Y se quedó mudo cuando el padre, orgulloso, porque el hijo al fin tenía un trabajo, le dijo: “¡Enrique, ahora usted –lo trataba siempre de usted–, ahora usted es un pajero”, y Enrique se quedó pensativo: “¡Se liberó papá”... pero no, ese era el oficio que tenía. Y cobraba un sueldo. Luego decía: “Y con el primer jornal de pajero, me compré un traje azul fosforescente”. ¡Que no se lo podía poner para nada, porque imaginate, un traje azul fosforescente, de neón...!
Luego en una referencia a la creación artística de Celia, Otaño le pregunta:
–Otra expresión tuya que levantó bastante polvareda, fue la creación de los “fetueños”...
–Estaban todos muy fascinados con los “fetueños”, porque eran una cosa... eran como unos bichitos hechos con piedras y con mostacilla, alambre, lenguas de víbora o lenguas espiraladas, y tenían colitas y medían unos 10 cm . Eran “fetueños”, ¿me entendés?. Muy coloridos, muy venenosos...
–Estas criaturas una vez liberadas, ¿qué género de vida llevaban?
–Mirá, una vez los regalé todos a una mujer... y se suicidó... ¡Lo lamento tanto por los “fetueños”…! ¡No sé dónde estarán ahora! Una vez expuse unos en una galería de Belgrano y llegaron a venderse casi todos. Tenían una etiqueta y precios. Todos decían: ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? Y como explicación yo les respondía “fetueños”, entonces me preguntaban ¿Qué son los “fetueños?” Y yo les respondía: “Fetos que sueñan”... y al final decidí sacarlos de la venta.
Luego, y como dije, en un paréntesis, estaba su amistad con Alejandra Pizarnik.
(...) “porque Alejandra era un ser que se tapaba con las manos, se tapaba con los brazos... estaba increíblemente tapada por ella misma, era muy tímida...” Y hay toda una evocación del día de su muerte ocurrida (por suicidio) el 28 de Setiembre de 1972.
–¿Durante los días previos en los que habías estado con ella, no habías notado nada que hiciera presumir este desenlace?
–No, realmente no lo noté. Yo no lo noté. ¿Viste cómo te juega el inconsciente, cuando vos no evocás nada? Puede que me equivoque de cabo a rabo, pero creo que no había nada en Alejandra, creo que Alejandra no denotaba nada... Seguíamos jugando en el suelo, a tirar palitos, a conversar de cosas importantes y no importantes; o nos quedábamos en silencio –gran compañero nuestro, el tercer compañero que teníamos–: nos poníamos a charlar con los ojos, en silencio por supuesto... Por otra parte, Alejandra jamás hacía proyectos.
Luego de esta primera parte de la entrevista, donde por supuesto hay muchas anécdotas más, de todos los que integraban aquellas tertulias que fueran el primer vestigio de un surrealismo naciente en el Río de la Plata , vienen unas apostillas que son recuerdos y vivencias mucho más próximos a Celia mujer, amiga, amante, una Celia que vuelca sus recuerdos en frases y en pequeños momentos.
Cuando habla de sus amigos oblicuos recuerda una anécdota de Francisco Madariaga. (…) “Era en ocasión de una reunión de poetas. Coco, que estaba en el estrado, leyó el prólogo de mi libro Tanaterótica, y me saludó con la mano.
–¡Hola, Coco!– le grité.
Edgar Bayley, que estaba a mi lado, se levantó y exclamó:
–Ya no se le puede decir 'Coco', ya es grande, ya lleva pantalones largos... se le debe decir 'Francisco'”.
Cuando habla de Enrique Molina:
(...) “Entonces, me susurró al oído:
–Celia de mi alma, te mereces algo, que aunque no sea portátil, te recuerde a David en un regalo mío. Este árbol (el segundo de la calle Mansilla entrando por Coronel Díaz, a mano izquierda) es tuyo. Abracémoslo.
Y lo abrazamos”.

Mónica Marchesky
Marzo 2006

(1) Referencia extraída del prólogo de Juan Carlos Otaño.
(2) Parte de las entrevistas.

* * *


Poemas de Celia Gourinski de su libro Inocencia Feroz (1999, Ed. Argonauta)


VISIONES

No me quites la memoria no me quites la visión de
todos los lugares donde mis tripas donde mis alas
pactaron contigo, ángel oscuro
Ángel ávido y vengador de la noche elegida para
amar con todos los elementos del mundo
No me quites ni un mendrugo de memoria soy tan
ociosa para morir
No me quites la memoria del pequeñísimo instante
en el que parpadean los ojos y es una brecha letal
que espanta a quien se animó a pactar la unión de
tu negrura de ángel enjaulado y el fulgor de los
esponsales de los hermanos
juntos alguna vez en la
Gran Obra

Llegó el momento
Benditas las lluvias que nos anunciaron nuestro beso
tan largo, nuestra estadía en la intemperie, con
plegarias sin destino, amado, las tantas que fui en
el filo de la tierra, ángel oscuro, quién será quién
a quién me entrego

El ángel es un resto de dios y no perdona
El que yo amo olvida el hambre en el momento de la
cena

Y no me quites la memoria, ni la más pequeña
memoria desgarrada, por si reviviera la bellísima
caricia en un ahora, ven aquí, no hay daño si nos
une la carne y el cielo
memoria de carne de cielo



CARTA MUERTA


Mi señor
alguna vez te he obedecido desde las sombras
fantasmas en los anónimos que hayan besado mis
tierras
Te guardo el castigo de un amor en las veredas de tu
cuerpo mientras sueñas mientras hueles mientras
trepas ese sol de madrugada, el que mora entre tu
aliento y mi aliento
Señor no pidamos permiso para empaparnos en el
único delirio de las bestias celestiales, late un bello
gemido en las caricias de la niña perversa que se
entrega a siestas prohibidas entre tu aliento y mi
aliento, perversa niña gratitud en todas las posturas
delicadas y salvajes, señor alguna vez te he obedecido
fuera del pacto con las aves que se pierden, niña
perversa heme aquí
yo, señor, que te advengo en los horizontes
del deseo
yo, señor, con los colores sagrados del que ama
yo, señor, desde el precipicio que siempre está
en lo alto
yo, señor, que no creo
que creo, señor, en el alcohol que tu boca
derrama en mi vida
Señor de los barcos que parten, hacia dónde... señor
de las moradas habitadas por labios tan tristes,
señor de mis labios tristes tan cerca de la tierra, mi
tierra, la de los fugitivos que te obedecieron alguna
vez
Toco tu enjambre de estrellas en el bello gemido de
niña perversa y sabia al revés
Señor tírame la tabla que flota en todas las aguas,
señor que te vas, señor mi señor pero nada me
salva ni tu tabla ni los pájaros
Adoratriz de tu sol niña perversa

Y quiero y me uno a ti, señor,
en la deriva



INOCENCIA DESPUÉS

Inocencia, no desesperes en la culpa de los cuerpos
marchitos
Ellos nunca fueron elegantes, nunca un fulgor echó
sobre ellos su hechizo
Inocencia de bellas crueldades, acompáñame a
recorrer lugares reservados a los dioses burlones,
que juegan a devorar toda ley inventada por sus
vástagos
mira mis rodillas poco sumisas en el reino del verano
Mira mi escondrijo lleno de cofres que guardan
ropajes saturados de hastío en las maravillosas
familias
Mira la sombra de despedidas apresuradas, erróneas,
que se convirtieran en reflejos extremos del amor,
oh tembladeral de vidas
Te invito a pasear conmigo en los bosques, matas de
pelo en el lomo de la loba, en las axilas con olor a
cielo, en el duelo de los romances perdidos
Porque contigo he de cruzar leyendas majestuosas,
despojos feéricos, insignificantes cuartos perdidos
en la hondura de tu estigma, resurrecta orden de
no obedecer al amo más que cuando se acerca el
mediodía del espanto en el recinto vecino allí,
donde el muerto querido alza una copa de alcohol y
aúlla concediendo una visita al infierno
Tu ríspido imperio me eriza, me vuela, me estremece,
me hace desear padecer partir sin consuelo. Tu
sombra anega, pasionaria de los viajes trazados en
el vértigo del soñador

Puta mágica sagrada

Fuente: correo recibido por SEA / Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina

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