Domingo en el puerto

de Fermín Estrella Gutiérrez


En el agua sin rumor de los diques
centenares de buques abren sus banderas al viento.
Las cubiertas son sueños de distancia
que se han quedado solos.

Chimeneas sin humo.
Y soledad.
Y viento.

Mis horas de aventura
han despertado de un letargo de siglos,
y trepan a este buque de bandera amarilla,
y beben el olor de los mares sin nombre
rumbo a un puerto lejano.

Agua con arcos de delfines, abajo.
Cielo uniforme, arriba.

Goce del aire.
Vibración del aire.
Silbido, trémulo de cansancio, del aire.

¿Cuántas costas han danzado, allá, en el horizonte?
Costas con muchedumbres de palmeras
y una choza en la noche
como un ojo de cíclope.
Costas de arenas rubias
que se recuestan en una tierra sin gente.

Costas de pueblos purificados por la cal,
inmóviles en la montaña
verde.
¿Cuántas costas han danzado, allá, en el horizonte?

Mi corazón
se enreda en estos cables negros,
y se aleja, gaviota aleteante.

Y los buques, de banderas abigarradas, tendidas,
y los ojos de buey que están mirando al sol,
y este bergantín arbolado,
y los remolcadores que prueban su musculatura
en el silencio.

El domingo se estira
en desperezamientos del oleaje.

Chimeneas sin humo.
Y soledad.
Y viento.

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