La invención de Morel

La invención de Morel es una novela escrita en 1940 por el argentino Adolfo Bioy Casares. Se trata probablemente de su obra más famosa, constituyendo un ejemplo clásico de la ciencia ficción en idioma español. En el prólogo de la obra, Jorge Luis Borges expresa sobre su trama que no le parece "una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta".

La trama
Un fugitivo, condenado a cadena perpetua, arriba a una isla desierta en algún lugar del Pacífico Sur. Mientras está en la isla, llega un grupo de turistas de los cuales empieza a desconfiar cuando se enamora de una mujer del grupo a la que intenta incesantemente declararle su amor. Pero un fenómeno inexplicable se lo impide.


Resumen de la trama
El fugitivo, un escritor venezolano sentenciado a cadena perpetua por "un error de la justicia", escribe un diario sobre su vida en la isla en la que se esconde a partir de la llegada de unos turistas. Aunque la presencia de estos individuos le resulta algo milagrosa, teme que en realidad si ellos lo descubren lo entreguen a las autoridades.

Antes de la llegada de los turistas él vivía en la parte alta de la isla, exenta de las mareas, pero para no ser descubierto decide replegarse hacia los pantanos. No sabe bien en qué lugar se encuentra, cree que está en una isla llamada Villings, parte de las islas Ellice (hoy Tuvalu), pero dadas las peripecias de su viaje, no está totalmente seguro de ello. Todo lo que sabe es que la isla es el foco de una extraña enfermedad cuyos síntomas son similares a lo que en la actualidad se conoce como envenenamiento por radiación. Allá por 1924, antes del brote de la enfermedad, un grupo de gente construyó en la isla un museo, una capilla y una pileta de natación, obras concluidas y abandonadas.

Entre los turistas hay una mujer que contempla los atardeceres cerca de las rocas del oeste. El fugitivo la observa siempre y, mientras lo hace, se enamora de ella. Se le acerca, pero ella no reacciona ante su presencia y cree que lo está ignorando, por lo que continúa observándola con la intención de volver a tener contacto con ella. Aparece luego un hombre de barba, vestido con atuendo de tenista, que la visita de vez en cuando y advierte, al escuchar sus conversaciones en francés, que él se llama Morel y ella Faustine.

Morel tampoco reacciona ante la presencia del fugitivo, aunque éste sigue creyendo que ellos lo están ignorando ex profeso. Posteriormente se encuentra con otros miembros del grupo y le sucede lo mismo: ninguno de ellos parece percibir su presencia. Otra curiosidad que nota es que las conversaciones de Faustine con Morel se repiten cada semana, lo que le hace temer que en realidad él mismo esté enloqueciendo.

Un día, tanto Faustine como el resto del grupo desaparecen, por lo que vuelve al museo para investigar lo sucedido. Para su sorpresa se encuentra con que no hay evidencia de que haya habido allí personas durante su ausencia. Al recordar que ha estado comiendo raíces cree que ellas podrían haberle provocado delirios, pero esa misma noche las personas reaparecen de la nada. Al escuchar sus conversaciones, tiene la sensación de que hablan como si hubiesen estado ahí por mucho tiempo. Se queda observándolas de cerca pero evitando contacto directo con ellas mientras descubre más cosas extrañas. Por ejemplo, en el acuario que él había limpiado de peces muertos tiempo atrás aparecen los mismos peces pero vivos, u hombres corriendo para entrar en calor cuando el clima era muy caluroso. Pero la cosa más extraña que nota es que en el cielo hay dos soles y dos lunas.

Intenta entonces encontrar una explicación para todo lo que le está pasando. Especula con que sea la extraña enfermedad de la isla que lo esté afectando, o que se haya convertido en invisible como consecuencia de aspirar el aire pervertido de los pantanos y de estar llevando una mala alimentación. También piensa que los turistas podrían ser seres extraterrestres, "con ojos, pero no para ver, con orejas, pero no para oír" y que quizás el francés fuese un atributo paralelo de los dos mundos, pero dedicado a distintos fines. También sueña que es posible que la isla sea en realidad un manicomio del cual Morel es el director. La última hipótesis que baraja es que los intrusos serían un grupo de amigos muertos y él un viajero de otra casta, como Dante, si no otro muerto, y que la isla es el purgatorio. Su inquietud finaliza cuando Morel reúne a todos los turistas una noche en el acuario y el fugitivo puede escuchar lo que Morel comenta a los demás. Explica a los presentes que ha estado grabando todas sus acciones durante una semana con una máquina que él ha inventado y que es capaz de reproducir todos los aspectos de la realidad. Morel cree que la máquina capturará sus almas, y repetirá la grabación por toda la eternidad, dándoles así una vida eterna. La razón que Morel aduce para haber hecho esto es que está enamorado y que desea pasar la eternidad con su amada. Aunque Morel en ningún momento menciona el nombre de ella, el fugitivo piensa que se refiere a Faustine.

Luego de enterarse de que la gente a la que Morel grabó en sus experimentos anteriores resultó muerta, uno de los turistas induce correctamente que ellos también correrán ese destino. Morel no lo confirma ni refuta, sólo se retira del salón. Luego de que la gente se retira, el fugitivo toma los escritos que Morel estuvo leyendo a sus compañeros. Estos escritos contienen explicaciones que Morel no llegó a dar antes de retirarse, como por ejemplo que la máquina es capaz de funcionar para siempre porque las mareas y el viento proporcionarán energía cinética de por vida. El fugitivo entonces comprende por qué había dos soles y dos lunas: a veces la reproducción de la grabación se desfasa de la realidad, viéndose a la vez los soles y lunas reales y los proyectados. Especula que sería posible crear un segundo modelo de la máquina de Morel para resucitar a la gente, lo que indica que él cree que la máquina es capaz de capturar las almas.

El fugitivo siente "repulsión nerviosa" por estas imágenes que habitan la isla, pero con el pasar del tiempo acepta su existencia. Un día entra en el sótano en donde están las máquinas y descubre cómo funcionan. Entonces se agrega él mismo a la grabación, haciéndose pasar por amigo de Faustine, actuando lo mejor posible para que parezca que en realidad ambos se conocen y que están enamorados. El hecho de que Faustine haya podido acostarse con otros hombres en esos días (Alec o Haynes) lo tiene sin cuidado pues al final pasará la eternidad junto a ella. Al menos él está seguro de que ella no es la amante de Morel.

En la última inscripción en su diario, el fugitivo describe cómo está esperando que su alma pase a la grabación mientras va muriendo. Pide entonces un favor al hombre que invente una máquina capaz de unir las almas: quiere que lo haga entrar en la consciencia de Faustine y agrega que "será un acto piadoso".


Personajes

Principales
El fugitivo
Es la única persona real de la isla, todos los demás forman parte de una grabación. El estado de paranoico que refleja en su diario abre la posibilidad a que esté alucinando. En su alocución final indica que terminó en la cárcel por motivos políticos.
Faustine
Es el personaje más ambiguo de la novela: luce como gitana, habla francés como una sudamericana, y le gusta hablar sobre Canadá. El personaje está inspirado en Louise Brooks, la estrella de cine.
Morel
Es un científico genio que lleva intencionalmente a un grupo de snobs hacia la muerte. El fugitivo lo detesta celosamente, pero al final termina justificando sus acciones. Su nombre es un homenaje al personaje análogo de La isla del doctor Moreau.

Secundarios
Dalmacio Ombrellieri
Un vendedor de alfombras italiano que vive en Calcuta. Es quien le cuenta al fugitivo sobre la existencia de la isla y le indica cómo llegar allí.
Alec
Es joven de rasgos orientales y ojos verdes que hace negocios con lanas. Podría ser el amante de Faustine o de Dora, o simplemente su confidente. Como el resto de los miembros del grupo, ve a Morel como una figura mesiánica.
Dora
Es una mujer rubia con una gran cabeza que es amiga de Alec y Faustine. El fugitivo espera que ella, y no Faustine, sea la amante de Alec. Considera que ella puede ser el objeto del amor de Morel cuando sospecha que Morel no puede estar enamorado de Faustine.
Irene
Es una mujer alta con brazos largos y una expresión de disgusto. Ella no cree que vaya a morir por ser expuesta a la máquina. El fugitivo cree que si Morel no está enamorado ni de Dora ni de Faustine, debe estarlo con ella.
La mujer vieja
Siempre está en compañía de Dora, probablemente sean parientes. La noche del discurso de Morel, ella está borracha. A pesar de esto, el fugitivo considera que ella puede ser el amor del que Morel habla, si es que no está enamorado de alguna otra de las mujeres.
Haynes
Cuando Morel va a dar su discurso él está dormido. Dora dice que está en la habitación de Faustine y que no será posible sacarlo de ahí. Morel habla sin su presencia.
Stoever
Es uno de los que se da cuenta de que todos van a morir mientras Morel da su discurso. Cuando increpa a Morel y éste se retira de la habitación, los demás miembros del grupo no le permiten ir tras él. Luego se calma pero el fanatismo del grupo hacia Morel prevalece sobre su instinto de supervivencia.
Los detalles de la trama y/o del argumento terminan aquí.

Principales temáticas
Inmortalidad
Dentro de los límites del relato, la invención de Morel es la invención de la inmortalidad física. Tanto Morel como el fugitivo la prefieren antes que a la inmortalidad espiritual, porque consideran que es la solución a todos los problemas.

Amor y soledad
Para el fugitivo la soledad representa a la muerte, mientras que el amor representa la vida. Lo deja claro cuando dice "Ya no estoy muerto, estoy enamorado". Es posible que los sentimientos de Morel sean parecidos. La muerte puede representar la soledad para él porque perderá contacto con la gente que ama al ejecutar su tiránico plan.

Control
El fugitivo se esfuerza inútilmente para volver a tomar control de su vida luego de su injusto apresamiento. Cuando encuentra un lugar que puede controlar (la isla) pone en peligro su vida para llegar a ella. Pero desafortuandamente la isla es propiedad de Morel en todo sentido, y el fugitivo se esfuerza en vano. Su amor por Faustine renueva su esperanza pero cuando se da cuenta de que esa relación es imposible se da por vencido y se ilusiona con que algún inventor en el futuro le otorgue lo que no puede obtener. Por el contrario, Morel es una figura todopoderosa con total control de su entorno: cuando no puede hacerse con el amor de su amada, inventa una máquina que la pondrá bajo su control forzándola a pasar la eternidad junto a él.



Premios
Obtuvo el primer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Bioy obtuvo el Premio Cervantes en 1990.
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